Algo incontenible

El ser humano nace y muere a una velocidad de entre trescientos y cuatrocientos bebés o cadáveres por segundo, según los segundos. Un manantial de bebés llorones y un despeñadero de viejos desmemoriados podrían ser las imágenes plásticas de estas verdades fenomenales, de estas realidades globales del nacimiento y de la muerte humanos, ambas incontenibles. Ambas incontenibles, incontrolables, como el ciclo del agua, como la rotación de la Tierra, como el caos del universo.
Aquí estamos los siete mil millones empeñados en tener más dinero para que nuestros hijitos no se mueran de hambre, para que nuestros hijitos sepan defenderse de los malos, que los hay por legiones y, si se tercia, para que nuestros hijitos manden más que nadie y sean aclamados por las multitudes.
- Yo prefiero que mis hijos sean solidarios y felices y no me importa que sean pobres e ignorados.
- Enhorabuena.
Ni el Papa ni Obama ni Bill Gates ni un improbable triunvirato ni la mujer definitivamente liberada ni todos los chinos amenazados de muerte pueden detener el disparate de la supervivencia humana (o dinero) ni el ingente dolor que genera y que se multiplica en cada sensibilidad y en cada inteligencia.
¿A que es para suicidarse?
Sin embargo, la gente se suicida por otras cosas: por dos consignas, por un miedo, por ningún beso.
Es para suicidarse, ¡caramba!, ¡jolín!, pero este disparate también puede ser para vivirlo, incluso para disfrutarlo y empeñarse en convertirlo en coherente.
Soñar, soñar, soñar: el futuro es el único espacio conquistable.
Amables lectores, que habitaréis conmigo la próxima década, ya la segunda de este siglo que nos tiene a todos cogidos por sorpresa, a día de hoy, 2011 es todo futuro. Feliz Año.

No hay comentarios: