Hable con ella

“Hable con ella” cuenta muchas cosas, ¡menudo es Almodóvar!, pero cuenta sobre todo la historia de un insólito y bellísimo primer amor – el de Benigno por Alicia – y de la forma de descubrirlo, de vivirlo, de explicarlo, de consumarlo y de morir por él de ese don Quijote anónimo, de ese príncipe azul de bata blanca, de ese Romeo carcelario, tan blando por fuera.
También habla, no quiero dejar de mencionarlo, de la ternura entre dos hombres (decir amigo es decir ternura); y de la muerte, que ya no nos visita en casa al amor del último rescoldo, sino en la asepsia de los hospitales con la última mueca de la última enfermera. Pero el amor de Benigno brilla con luz propia entre estos y otros temas de no poco interés. Y es ese amor el que nos conduce emocionados por la orillita del abismo, el que nos lleva de la mano por la cuerda floja: abajo las convenciones, arriba acaso el cielo.
Amor unidireccional, que se dice ahora, y delirante y no correspondido como el de don Quijote por su Dulcinea. Amor hacia una mujer muerta que parece viva o viva que parece muerta como el del príncipe por la bella durmiente o por Blancanieves. (El de Blancanieves se la llevaba en su ataúd de cristal para adorarla eternamente en semejante estado cuando un bache del camino la despertó: pura casualidad). Amor consumado en estado de enajenación mental transitoria. Creo que para este extremo pueden obviarse los ejemplos. Amor sentido como transformación (otros dirían transustanciación), como penetración física y metafísica en el ser amado. Unión, fusión sublime que se simboliza en la historia mística del “Amante Menguante”. Amado en la amada transformado. Amor, en fin, que trasciende de la vida y de la muerte del cuerpo y del alma y de sus complejas e invisibles fronteras.
¿Condenable? Benigno lo explica así:
“Estos cuatro años han sido los más ricos de mi vida, ocupándome de Alicia y haciendo las cosas que a ella le gustaba hacer”
Y cuando Marco, su amigo, le confiesa que no se siente capaz de tocar a Lydia, que no reconoce su cuerpo y que se siente muy mezquino por ello, Benigno le responde:
“Hable con ella. Cuénteselo”
Y luego añade:
“A las mujeres hay que tenerlas en cuenta, hablar con ellas, tener un detalle de vez en cuando. Acariciarlas de pronto y recordar que existen, que están vivas, que nos importan. Se lo digo por experiencia”
Queda claro que Alicia estaba más viva para Benigno que muchas mujeres vivas lo están para sus parejas. Benigno era virgen y estaba henchido y turbado de amor cuando penetró a Alicia por primera y única vez después de cuatro años de cuidarla con ternura y esmero todos los días. Por mucho menos me dejaría yo violar.
Luego lo metieron el la cárcel por psicópata y le ocultaron que Alicia había despertado por casualidad o por amor como Blancanieves. Y él reaccionó como Romeo ante la cataléptica Julieta: se envenenó para volar a su lado.
Si queréis encontrar el polvo enamorado que hace más de tres siglos se escapó de un soneto, id a buscarlo debajo de la lápida de Benigno. Y hablad con él.

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