MH 2012

Cuando salgo a comer a Fenin, a Vilars, a Fontaines, a Valangin,  a Peseux, a Auvernier, a Colombier, a Cortaillod, a Couvet, a Fleurier, a Neuchatel, a Saint Blaise o a Landeron, sin ánimo de mencionarlos todos, y pido mesa para uno, llevo siempre conmigo MH: No me gusta comer solo.
De ese modo, las pequeñas mesas  en donde suelo ser acomodado se convierten en amplias mesas redondas en las que se sienta un nutrido y selecto grupo de amigos íntimos. No hay más que escuchar un rato sus palabras para darse cuenta de que son íntimos, porque todos ellos expresan lo más valioso de sus emociones, esta, de sus viajes, esa, de sus apetitos, aquella de sus sueños; este de sus denuncias, ese, de sus lecturas, aquel, de sus recuerdos… Y todos, será el vino que ya va faltando en las copas, con la franqueza en las tripas, con el anhelo en el pecho.
Cuando salgo a comer con Miguel Rodríguez, con Manuel Grau, con Leopoldo Salas, con Miguel Morales, con Ana Alonso, con Maritza López-Laso, con Laura Mengú, sin ánimo de mencionarlos  a todos, y pido mesa para uno, y leo y releo las páginas de MH, me nutro de la mejor compañía.
Esta columna se publicará en enero de 2012. Mi primera colaboración en MH data de enero de 2008. Apareció en la antepenúltima página del número 101, primero del nuevo formato. Los cambios de año son para muchos momentos de balance y de propósito. Balance, cuatro años de amistad, y propósito, comenzar  también  el año con vosotros.
Así que lo dicho, que lo sepáis, que cuando suenen en mi casa las campanas del reloj y los descorches del champán, allí estará, también, amigos de MH, resonando vuestra palabra.

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