Miradores

Aunque tengo la vista cansada, despierto una mañana en mi cubículo y me asomo a mis miradores: a la ventana, al espejo y a la pantalla plana.
Desde la ventana contemplo el cielo  gris obstinado y apenas  adivino el lago detrás de la neblina.
En el espejo tropiezo con mi cuerpo desnudo, que me gratifica, perdón, que me gratificaba.
En la pantalla plana puedo ver a Rajoy, ¿qué queda en él de Franco?, y a Rubalcaba, ¿qué queda en él de Pablo Iglesias?, compartiendo cortésmente el coto de caza del señor dineroteneiente,  donde trisca y abunda el indeciso.
 Cambio a aualinternacional, llena de fotos de colegas muy atareados, masticando esas nuevas píldoras para la implementación ¿de la ciencia infusa? que creo que se llaman jotaclic.
Visito a mis hijos en Tuenti, que siempre andan por allí con centenares de amigos y trato de interpretar su escritura críptica, que recuerda al español, y sus fotos excesivas, que reinventan el pudor.
Y, resumiendo, eso veo yo, turbio, nada de más importancia, con mi vista cansada, desde mis miradores: la ventana local, el espejo íntimo, la pantalla internáutica.
Pero cuando te miro, frente a mí, sonreírme, cuando cierro los ojos y te miro, amor mío, todo, pantalla, espejo, ventana, lago, cielo, todo lo llenas tú, todo lo aclaras.

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