Balance y propósito

Los cuatro cuartos suenan dundún. Las doce campanadas suenan TAM. Dundún como una llamada, como una espera impaciente. TAM como una cadencia, como una sentencia solemne. Quizá también como un sueño. Se nos escapa un año, uva a uva, pero detrás de un velo de champán nos espera una virgen recién despierta. Todo es al mismo tiempo balance y propósito.
Dundún. ¿Quién es? El año que viene. Derriba la muralla. Dundún. Este tiene que ser un año en el que desaparezcan los buenos y los malos, dundún, en el que no se busquen más que las alianzas, dundún en el que lo único intolerable sea intolerancia.
Atención. Todos preparados. A las doce suenan mis doce:
TAM. Para que disfrutemos del milagro de nuestra lengua común.
TAM. Para que nunca nos dejemos abatir por la nostalgia.
TAM. Para que demos importancia a nuestra propia opinión.
TAM. Para que no paremos de chuparnos.
TAM. Para que recuperemos al prójimo.
TAM. Para que dejemos lo maquinal a las máquinas.
TAM. Para que no se nos escape ningún mientras.
TAM. Para que no nos falte el impulso del ideal.
TAM. Para que valoremos nuestra sabiduría emocional
TAM. Pues… me he quedado en blanco. Esto…
TAM. Tirolá, lalá, lalá.
TAM. Para que reine por siempre la tolerancia.
Y ahora viene lo mejor: Los descorches suenan pum, pum, pum, por doquier, atropelladamente, como deseos voladores, y todo el mundo se abraza, se besa, se mira a los ojos, se sonríe.
Feliz año a todos.

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