La potra de Colón

Otro ejemplo podría ser la potra de Colón. El protagonista de uno de los mayores hallazgos de todos los tiempos empleó todas sus energías, corrió impensables riesgos asumió insoportables sacrificios por una idea falsa, por un deseo equivocado.
Aunque murió creyendo haber triunfado, en rigor, había fracasado completamente: ni se podía llegar a Las Indias navegando en esa dirección ni las tierras a las que arribó eran Las Indias ni las dimensiones del mundo eran las que él pensaba ni nada de nada. Fue pura potra dar con La Española y luego con todo lo de detrás. Pura potra. Cinco siglos después de cagarla completamente y de morir perseverando en el error, el huevón ocupa uno de los primeros puestos en el ranking de la posteridad. Las generaciones venideras seguirán aclamando por valeroso, magnánimo y visionario a quien no fue más que un vividor cabezota con una flor en el culo. Eso suponiendo que fuera Colón el descubridor de América, que también hay quien disiente.
Bien mirado, todos nos pasamos la vida persiguiendo ideas falsas y deseos equivocados.
Aunque soy un pobre diablo, se despierta el día y echo a andar.
Como fuego abrasador, siempre quise ser el que no soy. Víctor Manuel.
En cuanto a la tozudez, es un rasgo del carácter, y en lo que atañe a los humanos afanes, tanto da la perseverancia como el mariposeo de falacia en falacia. El final es el mismo. Los méritos y las miserias, los talentos y las medianías de cada colón transcurren y desaparecen en el más estricto anonimato, vamos, como estelas en la mar. El éxito y el reconocimiento vienen siempre de la mano de la caprichosa fortuna y escriben una historia de hitos, de héroes y de creencias cercana a la leyenda a la superstición, al cuento. Me aterra colarme y granjearme el desprecio de los eruditos con mis osadas, emotivas reflexiones. En fin, si no cuelan, que me llamen Colón.

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