Venecia contigo

¿“…El lejano canal de romántica luz ya no tiene el embrujo que hacía soñar…”? Depende. Vamos a darle jarabe de palo a la nostalgia.
Es bella la nostalgia, no cabe duda, pero su belleza es engañosa. La nostalgia le tiende una trampa estética a la soledad; es la hermanita guapa y bien perfumada del fracaso.
Cambiemos el cuento: La chica de la estación encontró un trabajo, Penélope se quitó el bolso y los tacones y baila descalza en Benidorm, la del muelle de San Blas se vació ella misma los ojos de amaneceres y ahora lo ve todo mucho más claro, y ya es hora de dejar a Caperucita Roja que vaya donde le dé la gana.
Es bella la nostalgia, no cabe duda; ese delicado cosquilleo: “…una góndola va cobijando un amor…”; esa postración embelesada: “… ¡Qué callada quietud! ¡Qué tristeza sin fin!...” Tiene la nostalgia una belleza cautivadora y fantasmal.
Pero nosotros no somos fantasmas, somos de carne y hueso, y Venecia esta ahí, esperándonos. Venecia es la ilusión, es el propósito, es el objetivo, es el proyecto.
No confundamos ingenuidad con optimismo. Todos somos náufragos, ¡eso ya!, pero nadar es bueno para la salud y en ese insignificante hecho de mover los brazos y las piernas tratando de respirar al mismo tiempo hay algo de grandioso, de sublime. Existe un optimismo combativo cuyo ejercicio es beneficioso para la felicidad individual y para la transformación social. La palabra “lucha” está más guapa vestida de “por” que de “contra”. El optimismo puede ser una opción ética y estética. Voy a contaros muchos secretos en mi lengua. Hoy, uno, atended:
Hay quien lo ignora todavía, pero en Venecia vive una princesa (o príncipe) que no se cansa nunca de esperarnos. Nunca está en la aburrida sala del trono, sino que juega a esconderse en las antesalas y los corredores que a ella conducen y solamente se deja contemplar en toda su hermosura en el espejo del otro. Lo más inteligente para poder gozar de su verdadera imagen es salir ahora mismo hacia Venecia contigo. Vamos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vivimos en Venecia, sólo que muchas veces estamos ciegos, no miramos para los lados, para el frente y menos en las antesalas, nos plantamos frente al espejo y cerramos los ojos, entonces cómo encontrar al "príncipe o princesa", si muchas veces no nos encontramos a nosotros mismos?