Ideal

La mejor verdad aún no está escrita ni la más bella frase ni el más claro pensamiento ni la más intensa emoción. Flotan en el cosmos, son admirables, son etéreos. Están esperando que algún genio los conciba, los dé forma, los convierta en palabra, en imagen, en melodía. Punzan sin tregua los cerebros de artistas, de pensadores, de poetas, de todos.
Hay loables aproximaciones por centenares de millares. Cada una de ellas justifica una vida, llena una vida. Yo busco la mía. Nunca la he de encontrar. Nunca dejare (sin tilde) de buscarla. Doy testimonio escrito de mis rastreos. Bebo en los testimonios de insignes rastreadores: vidas enteras, largas, laboriosas, de intensa y sabia búsqueda, condensadas en páginas de oro, en colores, en formas y sonidos prodigiosos. Me comunico con la realidad misma portadora del elixir que anhelo, con la naturaleza callada y sabia, con las costumbres y sus cambios en el espacio y en el tiempo, con la superstición y la arbitrariedad del espíritu humano que mueve algunos (no muchos) hilos de su propio destino y los dispone en forma de pirámide que apunta al cielo, que aplasta la tierra. (Esa esfera que el hombre hace pirámide).
Nada hallo. Me falta tiempo. Me faltan medios. Me falta voluntad. Me sobran necesidades. Me sobran años de vivencia embrutecedora, años de esclavitud que crecen como mi deseo de la mejor verdad, del a más bella frase, del más claro pensamiento, de la mas intensa emoción.

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