La lengua humana es una poderosa herramienta de comunicación. En la intimidad, las funciones lingüísticas de la lengua, que ya se perciben como ilimitadas, se ven reforzadas hasta el infinito por la función chupadora, capaz de suscitar en el receptor sutiles matices y también carnales evidencias con las que no podría competir el mejor de los poemas.
Comparte el ser humano la función chupadora con buena parte del reino animal y sin embargo, el cerebro privilegiado de esta rarísima especie que somos la dota de un mágico poder de transmisión de sentimientos y emociones. La lengua enamorada se convierte en poesía cuando habla y en música, esa música del tacto, cuando chupa. Esa música del tacto que, como la música del oído, como el suspiro o el beso de los dioses, no necesita pasar por el filtro racional para poner en acción a nuestras neuronas guerrilleras, que nos emboscan, nos asaltan, nos hieren y luego se camuflan y desaparecen dejándonos caer desde las artes del amor hasta la aritmética del voto o la física de la pistola.Se acerca la primavera, hermanas y hermanos en la lengua, y chupar está chupado: no hay más que ponerse. Quitémonos la ropa del miedo, quitémonos el pijama del tedio y no dejemos que se nos escape abril sin decirnos algo bello en ese lenguaje universal y cálido y húmedo que también habla nuestra lengua
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