Eso que piensas y que nunca dices por temor a que no sea lo que piensan todos o porque para hablar de eso ya están los intelectuales o porque no tiene importancia, eso, precisamente, es lo que todos necesitamos escuchar. Permíteme que te tire de la lengua con estas reflexiones:
La opinión de todos no es una sola opinión. La opinión de todos es el conjunto de las opiniones de cada uno; es decir, también de la tuya. La opinión de todos necesita de la tuya para ser verdadera, para no ser la opinión de unos cuantos manipuladores.
No existe ninguna opinión, por disparatada que pueda parecernos, que no coincida con la de algún intelectual. Los intelectuales, si es que existen, si en algo pueden distinguirse de nosotros, es en la variedad de grises que son capaces de ver donde nosotros no vemos más que blanco o negro. Preguntar, preguntan mucho y bien, ayudan a pensar, yo no les quito mérito; pero no hace falta ser un intelectual para saber que ellos tampoco tienen las repuestas: la vida y sus antes, la muerte y sus después, el amor y sus durante, la felicidad y sus mientras tanto. Vamos, que ignoran lo fundamental, exactamente igual que cualquiera, ni más ni menos, es decir, completamente, absolutamente. Así las cosas, ¿qué miedo podemos tener a expresar nuestra opinión, a obrar de acuerdo con nuestra opinión?
Tendemos a no darnos importancia. El esclavo nunca la tuvo y hace cuatro días que somos ciudadanos. Poco tiempo para vencer la inercia de la historia. La semántica confirma esta tendencia: “darse importancia” significa darse demasiada importancia. Un primer paso hacia la felicidad individual sería admitir que nuestra opinión es importante para nosotros mismos. Muchas veces ni siquiera eso tan evidente somos capaces de concedernos. Pero quiero dar un paso más: yo proclamo que la sociedad necesita individuos que se den importancia, que tengan en muy alta estima su propia opinión y sus propios sentimientos, individuos valientes que no teman a los fantasmas ni a las fantasmadas de quienes se consideran la élite intelectual. ¿Qué élite? El libre pensamiento, razón última del intelectualismo, es patrimonio universal.
Mi vida es interesante, pero, si no te la cuento, ¿de qué te sirve a ti? Por eso te la cuento, para sentirme útil y para que tú aprendas de mí. Tu vida es interesante, no lo dudes, cuéntala, quiero aprender de ti. Déjate tirar de la lengua.
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