Cultura viva

Este domingo en el Chapeau de Napoleon, espléndido mirador del
Val-de-Travers, conversábamos mi hijo y yo con un buen amigo de los dos, un maestro cuya cultura hace honor a su nombre: más que ministro.
Está demostrado –decíamos- que se retiene mejor lo que se ve que lo que se oye y mejor aún lo que se hace. Ahora bien, lo que mejor se aprende es aquello que nos implica afectivamente, aquello que nos emociona.
Yo creo que ahí está la clave: en ser capaces de transmitir a nuestros alumnos lo emocionante de la cultura.
El Éxito, ese Zeus de nuestro politeísmo actual (Esbeltez, Estatus, Tarjeta de Crédito...) es venerado también en las escuelas. Demasiados adolescentes reciben el título de fracasado escolar cuando terminan su enseñanza obligatoria. O antes. Y buena parte de culpa - tampoco toda- tenemos los maestros.
Un libro no es más que un amasijo de papel y tinta hasta que alguien lo empieza a leer. La cultura sería un cementerio si no supiéramos resucitarla.
¿Cómo puede atraer a quien comienza a descubrirse vivo una cultura presentada en forma de datos muertos que memorizar, de ideas muertas extraídas de textos muertos?
Si, por ejemplo, El Cid no nos mueve a realizar nuestra propia hazaña, si el candor de Berceo no despierta nuestro propio candor, si no provocamos con el Arcipreste, si no lloramos y veneramos a nuestros mayores con Manrique, la Edad Media está lejos, muy lejos.
Si la belleza física que conmovía a Garcilaso no nos hace gozar más de nuestra propia belleza física, si la quimera que lanzó a Don Quijote por tierras de La Mancha no nos convierte a nosotros en misioneros de la felicidad, si no nos ponemos a analizar a la luz de nuestra propia razón el contrato social (también valdría el de Cristiano Ronaldo), si la pasión libre y violenta de Espronceda no nos sirve para expresar nuestra pasión libre y violenta, el Renacimiento, el Barroco, la Ilustración, el Romanticismo serán cadáveres de los que huir corriendo hacia la discoteca.
El gozo del paisaje, el lujo y la sensualidad, el amor a España, la poesía desnuda, son emociones que nuestros adolescentes pueden descubrir en sí mismos de la mano, por ejemplo, de Pereda, Darío, Unamuno o Juan Ramón.
Si aplicamos las palabras muertas de la cultura a muestras vidas, sentiremos temblar dentro de nosotros siglos enteros de de belleza y de sabiduría. Y eso es emocionante. Merece la pena intentarlo.

No hay comentarios: