Tu navaja

Va todo muy deprisa, muy caótico. Difícil priorizar, todo interesa. Todo lleva a todo con urgencia. Y no sería ético renunciar a la lírica del camino.
He pasado una hora virtual con Concha Buika. Me la presentó virtualmente MH. Y Bebo Valdés, que andaba por allí, ha mencionado la retroalimentación emocional. Y yo, vaya usted a saber por qué tipo de retroalimentación, he pensado que lo importante es tener la llave del corazón de un ángel y que esa llave, como un aguijón, siempre capaz de traspasar el blindaje de cualquier intimidad y de libar los más recónditos elixires, los más exquisitos almíbares, quizá podría ser, amor, como tu navaja.
Tu navaja de frío acero reventó mi corazón y desde aquel tajo preciso hasta el cercano fin de mis días, no hago sino bañarte con mi sangre y sentir la infinita placidez de quien se desvanece de amor.
Tu navaja revestida de tersa piel de seda, impulsada por una pasión asesina contenida en hielo, me alcanzó en el punto más virginal de mis entrañas y un manantial novísimo de placer y de asombro brotaba y me arrastraba por un cauce de vértigo hacia una dicha cierta, hacia una felicidad incontestable.
¿Por qué cambiaste, amor, tu navaja de plata por el látigo? ¿Por qué ya no te acercas para seguir hiriéndome? ¿Por qué sigues abriéndome la piel desde tan lejos?

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